martes, 27 de enero de 2015

TRABAJO VOLUNTARIO DE LA 2ª EVALUACIÓN

En la literatura y en el cine ha habido muchas adaptaciones de El Quijote, pero también muchas otras en las que se puede rastrear el mito del Quijote: un personaje que construye su propia realidad, el idealismo, el papel de la ficción en la vida…, algunos de esos ejemplos están en esta lista.
Después de ver la película, el trabajo consiste en completar los siguientes apartados:

1.    Ficha técnica
2.   Resumen del argumento
3.   Crítica personal de la película
4.   Relación de la película con Don Quijote: personajes, argumento, temas, etc.

PELÍCULAS DE INSPIRACION QUIJOTESCA

La rosa púrpura de El Cairo. Woody Allen (1985)

El último héroe. John Mc Tiernan (1993)

Sueños de seductor. Herbert Ross (1972)

Lars y una chica de verdad. Craig Gillespie (2007)

Cómo ser John Malkovich. Spike Jonze (1999)

El rey pescador. Terry Gilliam (1991)

Las aventuras del Barón Münchhausen. Terry Gillilan (1998)

Una historia verdadera. David Lynch (1999)

El corazón del guerrero. Daniel Monzón (1999)


El trabajo supondrá hasta un punto, la nota máxima, en la evaluación.

domingo, 18 de enero de 2015

Lectura de 2ª evaluación: Don Quijote de la Mancha


Esta evaluación tenemos como lectura obligatoria, una antología de capítulos de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. 
Don Quijote tiene dos partes, que se publicaron en 1605 y 1615 y en ellas se narran tres salidas de don Quijote y Sancho con muchas historias intercaladas más. 
Seleccionar capítulos de estos dos libros no es  fácil. He tratado de conseguir tres cosas: que el hilo argumental de la novela se pueda seguir (las salidas y cómo y por qué don quijote regresa a casa), que se puedan conocer al menos alguna de las aventuras más famosas (los molinos, los batanes, o el retablo de maese Pedro, pero quedan muchas más) y que se pueda apreciar la constante presencia de los narradores con que se rodea la novela. 

De la Primera Parte, los capítulos son:
Del I al V: donde se presenta el personajes y se narra la primera de las salidas de Don Quijote.
VIII y IX donde se narra la aventura de los molinos y la del vizcaíno, así como la digresión sobre el auténtico autor de la obra.
XX: donde se narra la aventura de los batanes.
XXVI: don Quijote se encuentra en Sierra Morena y se encuentra al cura y al barbero, que buscan la forma de que vuelva a casa.
XLVI: don Quijote enjaulado.
LII: regreso a su casa y anuncio de la Segunda Parte.
Total 11 capítulos.

De la Segunda Parte, son estos: 
Del II al III: Don Quijote recibe a Sancho y al bachiller Sansón Carrasco en su casa.
Del VII al VIII: la nueva salida de Don Quijote y Sancho.
Del XXV al XXVII: el retablo de maese Pedro y la aventura de los rebuznos.
Del XLII al XLIII: consejos de Don Quijote a Sancho antes de ir a gobernar la ínsula de Barataria.
LXXIV: muerte de Don Quijote.
Total 10 capítulos.

miércoles, 7 de enero de 2015

Lenguaje sexista

¿Por qué en español una zorra, una loba, una gallina no son lo mismo que en masculino? ¿Por qué cuando se habla en masculino de hombres, ciudadanos, padres o vecinos se incluye también a las mujeres, aunque no se nombren? ¿Por qué en femenino cuesta tanto usar médica, cancillera o gobernanta? ¿Es el lenguaje sexista y relega a las mujeres a un segundo plano?
En este artículo (enlace) de la revista digital consumer se argumenta la idea de que el uso del lenguaje cotidiano y, en particular, el masculino genérico son discriminatorios. Léelo y redacta una opinión personal sobre si crees que el lenguaje es sexista o no. Es este un tema que ha estado de bastante actualidad en los medios y que es uno de las puntas de lanza del feminismo moderno.

El lenguaje no sexista

Las palabras pueden discriminar


El término 'sexismo', tal y como recoge el Diccionario de la Real Academia (DRAE), designa la 'discriminación de personas de un sexo por considerarlo inferior al otro'. El femenino es el que de manera sistemática ha sufrido este trato en todos los ámbitos de la vida, y el lingüístico no es una excepción. Su adaptación a la realidad social, más igualitaria entre los hombres y las mujeres, no se circunscribe a la lengua española. La gran mayoría de los idiomas han tenido que crear o adaptar nuevos términos y definiciones para poder corregir acepciones superadas, como por ejemplo, la de alcaldesa como mujer del alcalde, y dotar al discurso de herramientas con las que construir mensajes no sesgados, como es el caso del término alumnado para englobar a alumnas y alumnos. Sin embargo, a pesar del carácter social e internacional de este esfuerzo de adaptación, a nadie se le escapa que este ejercicio ha sido, y es, objeto de críticas e incluso de burlas, y quienes lo defienden deben cargarse de argumentos para demostrar su necesidad. Bastaría una ojeada a los diccionarios de uso para comprobar cómo detrás de algunas acepciones admitidas como válidas se esconde una concepción del mundo muy desequilibrada. Por ejemplo, según el DRAE, se es más huérfano al perder al padre: "Huérfano, na. A quien se le ha muerto el padre y la madre, o uno de los dos, especialmente el padre".

Cuestión de forma
El sexismo lingüístico se materializa cuando el lenguaje resulta discriminatorio debido a su forma. Por ello, conviene prestar especial atención a la utilización de maneras, estructuras y expresiones que, pese a una carga sexista latente, o incluso patente, pasan desapercibidas o no generan reflexión alguna por la cotidianeidad y naturalidad de su uso.

La sustitución del sujeto masculino por el femenino y la comprobación de cómo suena la frase tras el cambio es una buena forma de detectar una forma discriminatoria. Pongamos un ejemplo: Se invita a la asistencia de un acto a "los directivos, que pueden acudir acompañados por sus mujeres". Como es obvio, si hay mujeres en puestos de dirección se entiende que podrán ir acompañadas "por sus hombres". ¿Chirría? Desde luego. Nada cuesta, por tanto, aclarar que quienes son invitados se pueden hacer acompañar por "sus cónyuges". La forma aquí habrá sido cuidada sin mayor esfuerzo.

Nadie llamaría hoy "alcaldesa" a la mujer del alcalde, pero el D.R.A.E. sugiere que es más huérfano quien lo es de padre que de madre
Este caso evidencia una discusión centrada en el género gramatical, puesto que en castellano el género masculino posee un doble valor, como específico (referido a varones) y como genérico (referido a ambos sexos), mientras que el femenino no posee este carácter y sólo puede emplearse de modo restrictivo. No obstante, y esto es lo que trata de subsanar el lenguaje no sexista, el uso del masculino genérico en determinados mensajes produce ambigüedades y confusiones que pueden dar lugar a la discriminación y a la ocultación de la mujer. Observemos un ejemplo: "Los hombres de esta empresa son buenos profesionales". Si hay mujeres en la plantilla, no se encuentran reflejadas, o cuando menos, quedan ocultas. Nada cuesta decir que "esta empresa cuenta con grandes profesionales". Se demuestra aquí que la causa del sexismo lingüístico no se halla en la propia lengua, sino en el uso que se hace ella. Por tanto, su fin es sencillamente una cuestión de voluntad para interiorizar la evidencia de que si las mujeres ocupan espacios que antes no ocupaban, y si realizan funciones que antes no realizaban tendrán que nombrarse, y eso supone cambios en el lenguaje que ni los prejuicios, la inercia, o el peso de las reglas gramaticales interiorizadas deben obstaculizar o impedir.

Más allá del "niños y niñas"
Un asunto recurrente a la hora poner en práctica el lenguaje no sexista es la discutida acepción de hombre, más aún en su plural, hombres, para definir al ser humano. Hombre suma al macho y a la hembra como sinónimo de especie humana, pero no es menos sinónimo varón de hombre, y con el sencillo gesto de optar siempre por el primero se le conferiría una singularidad más acusada al término hombre como indicador de la especie.

Esta aspiración puede parecer quimérica, pero no lo es evitar el abuso del masculino genérico, algo relativamente sencillo gracias a los múltiples recursos de la lengua española: colectivos (profesorado, en vez de profesores), perífrasis (la persona interesada, en vez del interesado), construcciones metonímicas (la infancia, en sustitución de los niños), desdoblamientos (los niños y las niñas), barras (Sr/a), omisión de determinantes o empleo de determinantes sin marca de género (cada contribuyente en lugar de los contribuyentes), utilización de formas personales genéricas o formas no personales de los verbos ("es necesario prestar más atención" por "es necesario que el usuario preste más atención"). Todas estas soluciones no son posibles en todos los contextos. Se trata de optar por la más adecuada, es decir, aquella que, sin atentar contra la gramática, no margine a la mujer en el discurso.

Un sencillo
Quien desee no caer en el uso por inercia de un lenguaje sexista y depurar su expresión puede seguir unas sencillas normas, fáciles de interiorizar e incluir con total naturalidad en su habla y en su escritura.
  • Optar por términos genéricos: Infancia, por niños y niñas. Alumnado, por alumnos y alumnas.
  • Elegir nombres abstractos: Alcaldía, por alcalde o alcaldesa. Presidencia, por presidente o presidenta.
  • Usar dobles formas. Cuando se trata de nombrar a un grupo mixto, que precise evidenciar el femenino: Premio a la mejor empresaria o empresario del año.
  • No utilizar el término "mujer" como sinónimo de esposa, como no lo es el de hombre a esposo. Eliminar el tratamiento de señorita, igual que está caduco el señorito.
  • No usar la @. No es un signo lingüístico. Si se quiere economizar espacio puede recurrirse a dobletes con barra (/).
  • Respetar la orden ministerial (22-05-95) por la que quedan regulados la denominación de títulos académicos: Diplomada, arquitecta, médica, enfermera, obrera, etc.
  • Flexibilizar el orden de las palabras, no hay razón para anteponer por sistema el término masculino al femenino: Madres y padres, trabajadoras y trabajadores.
  • Dotar al discurso de homogeneidad. Cuando adoptemos una solución no sexista, mantenerla a lo largo de todo el texto, porque si no lo hacemos favorecemos la ambigüedad.